19.2.09

La pandillera


Fotografía © astrodesal/ www.flickr.com

Silvana decidió ese día no ir a la escuela pues su padre regresaba de un largo viaje. La expectativa por el arribo del querido y extrañado personaje era tan alta entre los suyos, que hasta la madre estuvo de acuerdo en esta amorosa auto-exoneración. Papá llegó, en efecto, esa mañana y la modesta casa de esta sencilla familia se volvió una fiesta, un festival de abrazos y bienvenidas, intercalados de relatos, risas y recuerdos. Pero la niña fue vista esa mañana por una de sus maestras cuando se dirigía a una bodega próxima por algo de leche y pan, justo en el instante en que pasaba al lado de un grupo de muchachos algo mayores, conocidos en el barrio por su mala reputación. Uno de estos chicos, un antiguo vecino, le hizo un gesto de saludo que Silvana correspondió distraídamente levantando una mano.

Al día siguiente, de vuelta a la escuela, Silvana se daría la sorpresa del siglo. Para empezar, la maestra que la vio la mañana anterior ya había difundido la noticia en todo el colegio de que formaba parte de una pandilla, y que había faltado a clases para quedarse a vagar y fumar en plena calle con sus secuaces. Demás está decir que Silvana fue llamada a la dirección y amenazada de expulsión, su cuaderno de control llenado de anotaciones reprobatorias y sus compañeros advertidos de la mala influencia que podía representarles amigas como ella.

Vanos fueron los esfuerzos de Silvana por aclarar la situación pues nadie dio crédito a sus palabras y esa mañana, fue la peor de su vida. Enterada de todo, la madre de esta niña fue al colegio y reprochó amargamente a cada profesora la facilidad con la que emiten juicios sobre los estudiantes, sin tomarse la molestia de antes averiguar cuáles fueron los hechos y cómo ocurrieron. Quizás fue la firmeza de la señora lo que convenció a la directora y los demás docentes de su sinceridad, quizás fue más persuasiva su amenaza de presentar una denuncia por difamación a una menor de edad. Lo cierto es que ese día hubo una retractación general y Silvana fue objeto de una larga e inesperada sucesión de disculpas de parte de sus maestros.

Cuando escuché este relato por primera vez, me pregunté qué hubiese pasado con Silvana si su madre hubiese sido una mujer más insegura y temerosa con la autoridad del colegio, con menor instrucción y capacidad de argumentación o menos informada de sus derechos legales. ¿Y si no había madre en casa de esta niña, tan sólo tíos poco dispuestos o menos preparados para comprarse semejante pleito? De otro lado ¿De cuántas falsas atribuciones son víctimas a diario los niños en las escuelas? ¿Cuántas decisiones se toman contra ellos en base a las suposiciones, especulaciones y suspicacias de sus maestros?

Un reciente pronunciamiento público, suscrito por más de 100 destacadas personalidades vinculadas al mundo de la educación, afirma que «no existe una estrategia capaz de enfrentar de manera seria, sostenida e integral los continuos malos resultados en evaluaciones nacionales e internacionales». Suscribo esta tesis y opino que un aspecto medular de esa estrategia, que ahora no tenemos, pasa por quebrar la cultura institucional predominante en las escuelas, cargada de prejuicios contra los niños, maltratadora, fuente continua de desmotivación y desmoralización para los alumnos. Hasta pronto.


Publicado en Pluma y Oído
Coordinadora Nacional de Radio
Lima, 20 de febrero de 2009

2 comentarios:

Anónimo dijo...

HAy mucho de verdadero en esta reflexión . La cultura juvenil aún no ha sido comprednida en su totalidad, ese desconocimiento e ignorancia es la causa de juicios y conceptos errados.
Es difícil llegar a un adolescente, sin embargo el primer paso es el más largo : acercarse como ser humano al ser humano.

Luis Guerrero Ortiz dijo...

La historia es real y lo que dices es cierto, el prejuicio de alimenta del desconocimiento de la cultura juvenil, pero también de la postura dogmática y autoritaria con la que se asocia el papel del docente, supuestamente dueño de la verdad y moralmente superior al niño o al jóven sólo por ser adulto y maestro. Hay mucho pan que rebanar en este asunto. Gracias Carlos por leernos y por escribir.