12.3.09

Kina en El Rosedal


Fotografía © baby7/ www.flickr.com

«¿Pero qué es lo que siempre soñaste hacer?» preguntó a su amigo, luego de escuchar su relato sobre los diversos trabajos que aprendió a desempeñar en aquella ciudad enorme, tan lejana de su propia patria, a la que se vio obligado a emigrar con su familia. La respuesta fue contundente: «La verdad, no tengo tiempo de pensar en eso… es más, prefiero no hacerlo para no deprimirme, sólo me concentro en mi trabajo». Anoche conocí esta historia y no pude evitar recordar a Silvio en El Rosedal, el personaje de uno de los cuentos más célebres de Julio Ramón Ribeyro.

A Silvio le gustaba el violín cuando era niño y su sueño era tocarlo algún día en el Jirón de la Unión, elegantemente vestido, encandilando con su arte a los transeúntes. Pero su padre, un italiano deseoso de volver a su país con más fortuna que su primo, tenía otros planes para él y antes de que termine el colegio lo puso detrás del mostrador de su ferretería a atender parroquianos. «Luego vino la rutina de la tienda –dice Ribeyro-, toda su juventud enterrada traficando con objetos opacos y la abolición progresiva de sus esperanzas más íntimas, hasta hacer de él un hombre sin iniciativa ni pasión». Luego, a la muerte del padre, heredaría la hacienda El Rosedal en Jauja y, con ella, la obligación de administrar una propiedad agrícola que jamás deseó tener.

El drama de Silvio, a los cuarenta años de edad, es que las oportunidades que la hacienda le dio para hacerse a sí mismo la pregunta por sus propios sueños, jamás le sirvieron para encontrar respuestas. Ni siquiera sus esfuerzos por regresar al violín y a la vieja pasión de su infancia por la música le hicieron sentirse dueño de su propio destino. Silvio, como tantos peruanos, sólo fue habilitado por su educación para desempeñar el rol que le asigne la vida, cualquiera que este fuese, así tuviera mucho o poco que ver con lo que él quería hacer de sí mismo. Naturalmente, si acaso lo sabía y si acaso alguna vez se sintió autorizado a preguntárselo sin sentir culpa.

Kina Malpartida, nuestra flamante campeona mundial de boxeo, acaba de ser condecorada en Palacio de Gobierno. A diferencia de Silvio, ella se preguntó a tiempo por sus deseos y supo encontrar una respuesta. Pero, además, tuvo la fortaleza y la perseverancia necesaria para ir tras ellos contra viento y marea, no sólo aprovechando sino también construyendo oportunidades. Hagámonos la pregunta ahora si nuestra educación pública está formando un ejército de Silvios, listos para hacer lo que se les ordene con un mínimo de eficiencia, quizás lingüística y matemática, o si está formando Kinas, es decir, jóvenes capaces de diseñar su propio futuro y de construirlo, remontando con creatividad y tenacidad toda clase de obstáculos.

He leído en los diarios que la capacitación oficial que se viene ofreciendo a los maestros habría mejorado el nivel del 90% de ellos. Aún si fuera cierto, algo que ni el propio Ministerio de Economía cree ¿Se trata de maestros mejor preparados para formar Silvios o Kinas? ¿O es que lo segundo será privilegio para el menos del 0,01% de los escolares peruanos que logren terminar su secundaria en el anunciado Colegio Mayor? ¿Se trata de resignarnos a una educación pública mediocre por muchos años y de aspirar apenas a ensanchar unos centímetros la pequeña élite de «los mejores»? Hasta pronto.


Lima, 13 de marzo de 2009

Publicado en Pluma y Oído
Coordinadora Nacional de Radio
Lima, viernes 06 de marzo de 2009




1 comentario:

Anónimo dijo...

Bryan tiene 18 años, sueña que el arte puede transformarlo todo, su barrio, su gente. Frente a su casa hay un parque, muchas veces la gente del barrio paran ahí drogándose o tomando. Muchas veces los bota pues los conoce, el creció con ellos y busca llenar de color su parque, su barrio. Bryan juega en la calle "ahí en la jato" como el dice, con los malabares el circo llega a la gente, los vecinos de alrededor se acercan les enseña a jugar, lo buscan, se van a los semáforos, les enseña a transformar a través del arte, del juego. Gracias a esto muchos dejan las drogas, las pandillas y ahora solo van al parque a jugar. Bryan pertenece a un grupo de circo en las calles " los hijos del viento" organizan eventos en el barrio de Comas, la gente viene, los apoya, los auspician.
Bryan esta lleno de esperanza, de ilusión, sigue a sus sueños, busca soluciones creativas frente a problemáticas que parecen no tenerlas. ¿Quien le enseña todo esto? ¿Que lo motiva? su misma realidad. ¿Quien nos forma? ¿Que nos transforma? ¿Que nos mueve? ¿Que nos conmueve? ¿Resignarnos? ¡Jamás! Yo sueño con Bryan (estamos sentados en el bus cruzando la ciudad de lima del cono sur al cono norte), soñamos con el arte transformador, en brindar herramientas, soluciones creativas para seguir nuestros sueños. Llevemos el arte a la educación, a las calles, al cambio social. Desde abajo también podemos hacer algo. Abramos los ojos sin dejar de soñar.