21.5.09

Otra vez Sísifo o el arte de morderse la cola


Fotografía (c) Francesco Ferdinando/ www.flickr.com

A lo mejor la condena de Sísifo, quien según la mitología griega fue obligado por los Dioses a subir continuamente por una colina una enorme piedra, la misma que rodaba cuesta abajo justo cuando llegaba a la cima, no consistía en el hecho de tener que repetir sus esforzados actos por toda la eternidad. Quizás fue condenado a actuar sin pensar y sin poder aprender de su misma experiencia. Simón Rodríguez, investigador de la Universidad Católica de Valparaíso, sugiere que Sísifo quiso hacer bien las cosas y cumplir su meta, pero que siempre creyó que la roca se sube de la misma forma. Por lo tanto, nunca se detuvo a observar ni a meditar sus propios pasos ni tuvo a nadie que le devolviera información sobre los aciertos y las fallas de su estrategia.

La hipótesis de Simón es estremecedora, porque nos alcanza a todos y revela la enorme cuota de irracionalidad que puede estar detrás de nuestros actos cotidianos, desde los más sencillos hasta los más trascendentes. Y, lo que es peor, sin que nos demos cuenta de eso, como Sísifo.

Una amiga me contó que su asesor de tesis en la Universidad le daba opiniones distintas y hasta contrapuestas sobre su proyecto de investigación cada vez que revisaba sus avances, regresándola a fojas cero una y otra vez. Una colega nos contaba ayer que fue convocada por un Ministerio para realizar un estudio que ella misma ya había efectuado para ellos hacía pocos años. Una institución toma acuerdos sobre temas importantes de su propio quehacer y semanas después, a la hora de evaluar su cumplimiento, cambia de criterio y decide algo distinto, cosa que vuelve a ocurrir la tercera vez que los revisa. Un director evalúa los hechos que han llevado a aumentar la repitencia en su escuela y se hace asesorar para identificar los errores cometidos, pero al final del camino decide no hacer ningún cambio para no crearse un problema adicional con sus profesores más antiguos. Un país encarga y después aprueba un proyecto de largo plazo para reformar su educación y cancelar por fin el ciclo de las improvisaciones en este campo, pero al poco tiempo se empieza a tomar decisiones al margen y hasta en contra de ese mismo proyecto. Esta es la condena de Sísifo: actuar sin pensar, no aprender de la propia experiencia y creer que a partir de nosotros todo vuelve a renacer.

«Alguien podrá decir que Sísifo no llegará nunca a instalar la piedra en la cima de la montaña, pero no cabe duda de que, a fuerza de intentarlo, de tanto subir y bajar, dejará marcado un camino» afirmaba Nerio Neirotti respecto de los esfuerzos de un grupo de escuelas innovadoras en cuatro países, en una reciente investigación del Instituto Internacional de Planeamiento Educativo (IIPE). Pero ¿Y si el camino que marca es el que no conduce a ninguna parte?

Un Sísifo reflexivo acogería el consejo de mi amigo Simón y empezaría a llevar un registro de sus acciones e incluso a compartir estos datos con otros para que le ayuden a comprenderlos. Pero, ¿Qué pasa si ya se dio cuenta del error pero no lo corrige para no romper una costumbre ni desairar un mandato ni incomodar a quienes se lo dieron? ¿Qué pasa si siente que llegar a la cima sería el principio de un desconcierto mayor? ¿De qué se ocuparía entonces? No hay dolor más amargo entre los hombres que el de aspirar mucho y no poder lograr nada, decía Herodoto. Bernard Shaw opinaba que había uno más: el lograrlo, pues eso te coloca ante desafíos mayores.

Publicado en Pluma y Oído
Coordinadora Nacional de Radio

Lima, viernes 22 de Mayor de 2009

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Y si nos mordieramos la cola ¿que sucederia? .....

Luis Guerrero Ortiz dijo...

pues ya lo hacemos! sólo envejeceríamos dando vueltas y vueltas sobre las mismas acciones en la ilusión de que avanzamos, maldiciendo a los pesimistas que desalientan a Sísifo diciéndole que así jamás logrará colocar la roca en la cima de la colina, condenándolos por no valorar sus esfuerzos y advirtiéndoles que su éxito sólo podrá ser visto por los nietos de nuestros nietos. Tiemblo de pensar que Sísifo no se arriesgaba a probar caminos alternativos porque, malo que bueno, morderse la cola por la misma ruta ya le resultaba cómodo y familiar. Probar una opción diferente podía confrontarlo con nuevas exigencias y suponer una mayor responsabilidad que le aterraba asumir. Estas cosas nos pasan a todos y pueden tener una solución terapéutica, pero es más dramático, por sus consecuencias, cuando le ocurren a las políticas educativas.

Anónimo dijo...

Luis
Al leer este artículo quedé preocupado. Espero poder entenderme para señalar de manera clara de donde surge esta preocupación.

 Un punto inicial que entiendo es que el problema no es el trabajo. Más bien es hacerlo continuamente sin lograr “algo” (lo que de cuenta de que el esfuerzo no fue en vano).

Por ejemplo, en el caso del asesor de tesis, algunas preguntas son: ¿esta especificando bien el tema?, ¿los textos y autores que revisa son los adecuados?, ¿el tema es de la especialidad del asesor?.

El punto es entonces técnico profesional. Abordando la “forma de hacer” hipotetizamos una mayor posibilidad de “lograr algo” con nuestros esfuerzos.

 Un segundo punto es que el problema no es la revisión del logro/no logro de una acción, sino más bien la mantención/modificación de una situación presente.

Me parece que desde aquí proviene la preocupación. Si sabemos del error, ¿a que viene su persistencia?.

Marzano, Waters y otros autores han señalado una distinción de “cambios de 1º orden y de 2º orden”, considerando la situación inicial desde el cual se busca mejorar. El cambio de 2º orden se caracteriza por “dar un salto” respecto del pasado, es conflictivo respecto de los paradigmas y valores existentes hasta el momento, requiere de nuevos conocimientos y habilidades, pone en discusión creencias instaladas, y es de una complejidad no lineal ni incremental. Esto, a su vez, se vincula con conocimientos y habilidades de lideres, diferenciadas según el nivel del sistema desde donde actúan.

Otra revisión de autores y centros que trabajan y estudian el tema del liderazgo en educación (Leithwood, Anderson, Hallinger, Waters, Fullan, entre otros), indican que las evidencias sobre logros de aprendizajes señalados en el curriculum implica un trabajo “articulado” entre los distintos niveles. Por ejemplo, se ha puesto énfasis en tener una imagen compartida de “una buena escuela” (valores, principios fundados en bibliografía), así como conocer y tener un vocabulario común respecto de “objetivos a lograr” (acciones).

En un trabajo que hemos realizado en nuestro equipo, dimos cuenta que experiencias de implementación de prácticas que los equipos directivos vinculan con aprendizajes de los estudiantes tienen un inicio en contextos de “crisis”, siendo “reconocida” esta crisis por distintos actores tanto de la escuela como del nivel intermedio (sostenedor), logrando obtener un “permiso expreso” para hacer y actuar de manera distinta.

Resulta que este “permiso para actuar” es lo que Aguerrondo identifica como “viabilidad política cultural” de la innovación (Aguerrondo (2006). Por qué sobrevive la innovación y qué hace que funcione). En su dimensión política, corresponde a las autorizaciones emanadas desde autoridades. En su dimensión cultural, corresponde a las representaciones y expectativas de la comunidad respecto de la innovación.

Pareciera ser entonces que este segundo punto es político cultural. Si existen datos de que una institución no reconoce los acuerdos previos y cambia criterios para evaluar su cumplimiento, o si un director no integra la nueva información que pudiese disminuir el porcentaje de repitencia de la escuela, o si un país solicita un estudio y después toma decisiones contradictorias respecto de este, el problema no es técnico. Es más bien tanto la “autorización expresa” para hacer algo diferente en base a la nueva información, como las representaciones y expectativas de la comunidad sobre este nuevo hacer. Sin esto, técnicamente no es viable realizar acciones articuladas.

Lo preocupante es que estamos hablando de niños/as y jóvenes, y de educación. ¿Cómo no aprender?

Saludos

Simón Rodriguez

Janine Soenens dijo...

Por dónde empezar? Un collage.

Primero que Sísifo no es un autómata cualquiera. Era sobre todo un vividor, nada supersticioso, que se atreve a delatar a Zeus después de hacerle tremendo ampay. Un sin vergüenza que cuando lo vienen a buscar, así como jugando, logra que Tánatos se espose a si mismo (y dejo al mundo sin muertos por un tiempo) y convenció a Hades con "un comercial y regreso" para que lo deje salir del inframundo y así poder castigar a su esposa, porque no había cumplido con el deber de enterrar su cuerpo (claro entre nos, la esposa solo hacía lo que el mismo Sísifo le había pedido que haga)... y como se esta bien bajo el sol, decidió que mejor se quedaba viviendo un poco más, hasta que se vuelvan a molestar con él y con su cara de "yo no fui" le diga "ya pues jefecito, no sea malito" y se le ocurra otra... y entonces parece que los dioses dieron con el castigo perfecto. Ahh tu quieres vivir para siempre no?, tu crees que puedes timar al destino?. Aunque no está muy claro de que se trata el castigo, está claro que lo repite y que a la enésima vez que ve rodar la piedra cuesta abajo toma un respiro, se repite también la automática secreción de sudor, casi como el que termina con una semana de catástrofes piensa en su fin de semana, pero siempre a sabiendas que el lunes volverá con su desastre y el estará una vez más abajo del cerro, pensando que esta vez si la hago. Qué le queda entonces a este adicto de la vida?, que se zurra en la ley olímpica. Su piedra es también su libre albedrío?

Qué tan peruano es Sísifo? El tránsito de Lima es un larguísimo y cotidiano espectáculo de danza. Cada uno pensando "a mi no me la hacen", a pesar de no ser pocos los accidentes, creo que es bastante impresionante que sean tan pocos si consideramos la performance y proliferación de leyes implícitas, improvisadas al minuto, que se comunican por vías atemporales o gracias a alguna multiplicación ojos que sólo evoluciona para salvarse el pellejo. Y claro, las leyes explícitas, las palabras del diccionario y la constitución política, tienen los bordes difusos de la sonrisa. Hasta ahora no he conocido a un peruano (de hecho hay, voy a usar generalizaciones, siempre injustas) que me diga que trabaja para pagar sus cuentas ("to pay the bills" es una respuesta frecuente en otros contextos), es que todos tenemos que ayudar a la mamá, organizar una pollada y sacar a alguien de la mierda. Cuántas horas extras que no figuran en ninguna parte, cuántos años de ponerse camiseta ajena, para un sueldo que no se mueve a pesar de los 20 años de trabajo. Cómo se dibuja el futuro de la informalidad cuando dispara reyes de la papa?

Janine Soenens dijo...

Especulando, viendo la personalidad de Sísifo, que su castigo no es repetir la misma acción eternamente, sino llegar a la cima (o hacerla rodar del otro lado) y repetir la acción es simplemente consecuencia de lograr esa meta... entre nos, ya sabemos que eso es imposible... pero Sísifo es un entusiasta (en-theos = yo mismo soy), que no agacha cabeza por nada.

Qué significa creer que la vida tiene sentido per se? Que exista una "naturaleza" esencial (sabia madre naturaleza)? Como si la realidad no necesitara de formas para existir y se ubicara en algún intocable absoluto, que está por encima de nuestra capacidad de transformarla... Pasa que todo esto contribuye en dibujar a un "mundo de las cosas como son". Lo que hace Sísifo es sobre todo no creer, ni en dioses ni leyes, creer sobre todo que la vida se surfea y que hasta las olas más grandes pueden ser simplemente apariencias. Qué le queda? el absurdo.

Y entonces qué? Si no crees en dios tus piedras nunca rodarán del otro lado del monte? Comer del árbol del conocimiento condena a errar para siempre? Tendría que ser así? Cómo desatamos un nudo gordiano? Qué pasa si creemos entonces que el concepto de naturaleza, es más bien una especie de monstruo que traga todo lo que se repite demasiado para mimetizarlo con el paisaje. Qué pasa si pensamos que la vida no tiene sentido per se, que lo único que hay a priori es un caos infinito y que la realidad no está en "La Constitución" sino en la propagación de formas que la ordenan, que crean espaciotiempo y que la importancia o fuerza de esa forma depende de su repetición porque a fin de cuentas, la ley no existe si no se cree en ella, se respeta y se ejerce... Lo demás es papel impreso al que le hacemos muecas solemnes. Qué pasa si mañana todos los padres deciden que no van a meter a sus hijos en colegios porque la escolarización tradicional prueba ser anestesiante.... Ya sé que muchos de los que leen este blog trabajan duro y parejo en el tema, justamente para que no lo sea, pero fuera de vainas, cuantas veces se repite el slogan de "prepararlos para el mundo"... que mundo???, como si el mundo fuese una especie de machimbrado y crecer fuese simplemente tomar la forma que calce. Hasta qué punto termina por homogeneizarlo, justamente por darle fe a la aparente hegemonía del "así es la vida". A lo mejor si fuésemos un poco más conscientes de esto, seríamos mucho más cuidadosos a la hora de decidir en qué creer, qué leyes respetamos, qué es prioridad, qué tiene sentido ser repetido, cómo hacer para que nuestra vida valga la pena ser vivida, qué le vamos a dar de comer al monstruo.

Janine Soenens dijo...

["Y habiendo oído decir, o probablemente habiéndolo leído en alguna parte -en la época en la que creía interesarme en instruirme, o divertirme, o embrutecerme, o matar el tiempo-, que en pleno bosque, cuando se cree caminar en línea recta, en realidad uno no hace más que caminar en círculos. Yo hacía lo posible por caminar en círculos esperando así, dirigirme en línea recta. Pues dejaba de ser un imbécil y me convertía en astuto, cada vez que me lo proponía. Por lo demás, había memorizado todos los datos que podían servirme, en la vida. Y si acaso no iba en línea rigurosamente recta, a fuerza caminar en círculos, al menos no caminaba en círculos y eso ya era algo. Y haciendo eso, día tras día, y noche tras noche, esperaba poder salir del bosque, algún día. Porque mi región no era solamente el bosque, lejos de eso. Porque estaban también la planicie, la montaña y el mar, y algunos pueblos y ciudades, unidos por rutas, por caminos. Y estaba tan persuadido que saldría del bosque un día, que ya había salido, más de una vez, y conocía la dificultad de no volver a hacer aquello que ya se ha hecho".]

Samuel Beckett, Molloy (Les Editions de Minuit, 1951, pp. 130-131).