5.6.09

Cállate o saldrás perdiendo


Ilustración © Quino/ Imágenes UFA/ www.flickr.com

«Quisiera pedirles receptividad antes las observaciones que los profesores puedan hacerles sobre sus formas de criar o sobre el tipo de experiencias que les ofrecen a sus hijos en casa, siempre será por su propio bien». Las palabras del director a los nuevos padres de familia denotaban convicción y sinceridad. Imposible no recibir confiados expresiones tan razonables. Muchas cabezas en el auditorio asentían sin titubear. Fue en ese instante cuando Flor levantó su mano, animada por el tono afectuoso de la autoridad, para plantearle una simple pregunta: «¿Los profesores tendrían esa misma receptividad cuando los padres les hagamos, alguna vez, observaciones sobre su forma de enseñar o sobre algunas decisiones con las que podríamos no estar de acuerdo?» El rostro hasta entonces afable del director se transformó de pronto para responder con inusitada seriedad que allí todos se esforzaban por darles lo mejor a los alumnos y que no eran frecuentes las quejas de las familias.

Lo más interesante de esta historia, sin embargo, no fue la revelación de un director amable pero sin disposición a la reciprocidad en el trato con los padres y sin apertura a cualquier manifestación que le sonara a crítica. Lo más elocuente fue la escena de numerosos padres de familia clavando sus ojos sobre Flor con evidente rechazo y desagrado. Varios de ellos, que habían sido especialmente amistosos días atrás, tomaron distancia a partir de ese día. Necesitaban enviar señales visibles a la autoridad de que, por si acaso, ellos estaban de su parte y no del lado de la «revoltosa».

Lamentablemente, no estamos ante un episodio extraño sino bastante común en numerosas escuelas e instituciones públicas. No es infrecuente que todo aquel que exprese un desacuerdo con la autoridad no sólo sea tomado por conflictivo, sino que además se adopten medidas contra él. En verdad, se aprende desde el colegio que protestar o discrepar se ve mal y trae más problemas que soluciones. Lo sabe el niño víctima de un maltrato de su profesor pues comprueba que la queja sólo devuelve represalias, abiertas o encubiertas; y lo confirma después si acaso ingresa a alguna institución de educación superior. Lo reafirmará cuando ingrese a un centro laboral y descubra que su contrato puede renovarse no sólo si trabaja bien sino si, además, mantiene la boca bien cerrada. Lo sellará con fuego si ejerce su derecho de opinión y se pronuncia en público contra alguna insensatez de la autoridad política de turno, para enterarse después que su nombre ha sido vetado para eventuales contratos en las instituciones que, de un modo u otro, dependen de dicha autoridad para funcionar.

Mucha gente lo sabe por experiencia y por eso no se queja ni quiere juntarse con los que disienten. No importa lo justo y lo evidente de sus motivos o cuan afectados estén ellos mismos por la misma razón, sea que se trate del abuso del conductor de un bus, de un renombrado catedrático o de un Ministro. En 1633 Galileo Galilei fue obligado bajo amenaza por el Santo Oficio a una retractación pública por hacer afirmaciones en contra de la verdad oficial. No importaba que no creyera en ella, importaba que no se lo diga a los demás. Han pasado casi 400 años desde entonces y se ha extendido la democracia en casi todo el planeta. Pero en muchas escuelas e instituciones de gobierno, donde la discrepancia es vista como agravio o deslealtad, se sigue educando a favor de un pacto de silencio en la vida pública.

Publicado en Pluma y Oído
Difundido por la Coordinadora Nacional de Radio
Lima, viernes 05 de Junio de 2009

2 comentarios:

Rox dijo...

Estos casos son comunes, pero hay otros peores, cuando todas tus compañeras (como una mafia) se mueven con consignas y tú no estás de acuerdo con ellas por una cuestión de ética.

eklektis dijo...

El tema de la forma como se aproximan los docentes al niño/niña y adolescentes es crucial para establecer el tipo de dialogo y en general el estilo de comunicación que se mantendrá entre unos y otros a lo largo del proceso de aprendizaje. Unos estilos ayudan a encontrar el potencial y a motivar y alentar, otros estilos crean barreras.
Uno de los problemas en particular es el paternalismo que esconde en realidad una desvaloración de las verdaderas capacidades de los niños.
Para poner una perla:
"Si todos ellos: padres, maestros, alumnos y sociedad, son los actores fundamentales, es fundamental revisar varios aspectos del desempeño de cada uno, a fin de hacerlo más exitoso.
¿Cómo trabajar con los alumnos?

Antes de PEDIR y EXIGIR algo a los alumnos hay que DARLES. Ellos son niños y jóvenes, débiles, inexpertos y están en el inicio de la vida; por tanto necesitan mucho apoyo y orientación de parte de sus mayores, sean padres, maestros u otros miembros de la sociedad. De otro modo no podrán desarrollarse exitosamente como personas ni colaborar sustantivamente a la justicia y el progreso del país.

Se podría hacer una relación grande de aspectos en los que habría que brindar apoyo y orientación a niños y jóvenes."
En este caso apoyo es equivalente a conmiseración y subestimación.
La cita es de un articulo de un prominente miembro del CNE. Subrayo las palabras débiles y la expresión "no podrán desarrollarse ...como personas" es decir aun no serían personas plenas, osea ADULTOS para ponerlo claro. Ese tipo de actitud es la que esconde el pobre nivel de expectativa de logro que los docentes se forman de los chicos y chicas. Es la estigmatización generacional que diluye la posibilidad de la identificación del potencial real de los estudiantes. Se necesita una intervención directa para romper esa estigmatización en la escuela peruana.

Como siempre Lucho pones el dedo en la llaga...