12.6.09

Una sangrienta lección de educación cívica


Bagua, Junio 2009. Fotografía (c) powless/ www.flickr.com

«Hay 12 millones de hectáreas que se encuentran asignadas a 400 mil nativos, pero las riquezas que se encuentran debajo, como el petróleo y el gas natural, le pertenecen a los 28 millones de peruanos». Esto dijo el Presidente del Perú recientemente, a propósito del conflicto generado en la región de Amazonas por un conjunto de normas que abren las puertas (aún más) a la inversión extranjera en la selva peruana. ¿Cuál es la conclusión que podría deducirse de esta afirmación? Pues que estos nativos estorban y perjudican al país si no se hacen a un lado para poder extraer esas riquezas en beneficio de todos.

Sumemos a esto otras declaraciones públicas en que se subraya su ignorancia y su facilidad para convertirse en objeto de manipulación, en que se tilda a sus representantes de pendencieros, malversadores de donaciones, con apetitos electorales y posibles vinculaciones al terrorismo; y, luego de los lamentables hechos de sangre producidos en la ciudad de Bagua, de salvajes, bárbaros, asesinos e incivilizados, dando a entender que la muerte de nativos es un hecho de importancia tan mínima que no merece ni mencionarse y que, en todo caso, es porque ellos mismos se lo buscaron. ¿Cuál sería entonces la segunda conclusión? Quizás que su exterminio o su sometimiento por la fuerza sería la decisión más justa y razonable en nombre de la democracia.

Los profesores de historia recordarán que Bolívar, nada menos, en su conocida Carta de Jamaica, sugiere que la Nueva Granada podría formar junto a Venezuela una sola república, situando a Maracaibo, su capital, en «el soberbio puerto de Bahía-honda». Su fascinación con tal lugar obedecía a sus formidables riquezas naturales, aunque no escapaba a su preocupación que era un territorio ocupado por nativos. Pero él sabía lo que había que hacer: «Los salvajes que la habitan serían civilizados y nuestras posesiones se aumentarían con la adquisición de la Goagira. Esta nación se llamaría Colombia, como un tributo de justicia y gratitud al creador de nuestro hemisferio». Nótese que Bolívar habla de nuestras posesiones. Nótese que nuestro presidente, al referirse al territorio que habitan las diferentes comunidades étnicas en la selva peruana y al que tienen absoluto derecho según todas las leyes, habla de territorios asignados. Es decir, no son de ellos.

Presentar un conflicto entre dos formas de entender el desarrollo y el buen gobierno en un país multicultural, como si fuera un choque entre civilización y barbarie tiene, en efecto, antecedentes históricos muy elocuentes que no debemos perder de vista. Domingo Sarmiento se refería a los indígenas americanos como «indios piojosos, porque así son todos, incapaces de progreso» y consideraba que «se los debe exterminar sin ni siquiera perdonar al pequeño, que tiene ya el odio instintivo al hombre civilizado». Sarmiento murió en 1888 pero, al parecer, había tenido el poder de la reencarnación.

Lo curioso es que no es «el indio» sino el hombre de la ciudad, bien educado y con fortuna, el responsable de la contaminación de los ríos peruanos con plomo y diversas sustancias tóxicas cada vez que abre un socavón para extraer mineral o perfora el subsuelo para sacar petróleo, sin que sus consecuencias en la vida de las comunidades nativas aledañas les quite el sueño. Y es el hombre civilizado, culto y bien vestido, el que propicia desde el poder con su infinita arrogancia la muerte de inocentes. Hasta pronto.

Publicado en Pluma y Oído
Difundido por la Coordinadora Nacional de Radio
Lima, viernes 12 de Junio de 2009

3 comentarios:

Fernando Bolaños dijo...

Hola, Lucho: Gracias por tu post... Resulta interesante tomar conciencia que los ejemplos de Bolívar y Sarmiento son del siglo XIX. Sin embargo, esta visión de la población indígena sigue tan enraizada en algunos personas en este siglo XXI. Es particularmente terrible cuando así se expresan autoridades que representan al país o líderes de opinión. Dura tarea que le corresponde a la educación de desmontar todos estos prejuicios y dicriminación que no nos dejan avanzar hacia una sociedad realmente multicultural (no la de las postales turísticas) que reconoce y valora su diversidad y se preocupa por las minorías, justamente por serlo, sin paternalismos ni exclusiones...

Saludos

Fernando
http://intrigapersonal.wordpress.com

ana maria guerrero dijo...

Elizabeth Theidon, notable antropóloga médica norteamericana que vivió 8 años en las comunidades de las alturas de Huanta, Ayacucho (entre 1995-2003) señala cómo el director de una conocida ONG peruana la alertó sobre el trabajo con campesinos: “Nosotros somos capaces de pensamiento abstracto, es por eso
que hemos sufrido tanto. Pero ellos piensan sólo de una manera muy concreta: solamente piensan en su pan del día y en sus animales. No piensan más allá. Es por eso
que no han sufrido como nosotros; no son capaces” (Entre prójimos. La micropolítica de la reconciliación en el Perú. p.53).
Y como diría Nelson Manrique en una clase anónima de las aulas de antropología de la PUC: "nadie quiere pensarlo, nadie quiere reconocerlo, pero señores, métanse en la cabeza: en el Perú la vida del pobre y del diferente no vale na-da..."

Luis Guerrero Ortiz dijo...

Si pues, el paternalismo es la otra cara de la exclusión y una forma distinta del mismo menosprecio, me parece increíble y vergonzoso que este tipo de cuestiones, típicas de las controversias sobre el alma de los indios en la época de Bartolomé de las Casas, tenga tantísima vigencia. La frase de Manrique quedó demostrada hasta el cansancio a lo largo de dos décadas de violencia política en el país: aquí hasta los muertos tienen categorías y que los hay de segunda clase, los hay. Puedo entender el cinismo de las autoridades, desesperadas por ocultar lo que han hecho y hacerse las víctimas de su propia irresponsabilidad, pero ¿la prensa? Si tenemos en cuenta que todos los actores de este drama han tenido por lo menos doce años de escuela ¿es que nadie les enseñó a entender que este país no se termina en la esquina de su vecindad y que las diferencias no disminuyen derechos?