2.7.09

Políticas educativas: oído a la música


Fotografía (c) _panxu_/www-flickr.com

«El profesor de música de la segunda mitad del siglo XX no enseña música a los niños, hace música con ellos». Esta frase puede leerse en el prólogo de un libro excepcional: «El rinoceronte en el aula» de Murray Schafer, compositor, investigador y educador musical canadiense. La frase es una invitación a la escuela a enfatizar una educación orientada a producir nuevos conocimientos antes que a repetirlos. Lo que implicaría, digamos, no enseñar ciencia sino hacer ciencia con los niños. No enseñar la escritura sino producir escritos con ellos. No enseñar literatura sino hacer literatura con ellos. Esta forma de decirlo quizás les suene exagerada y provocadora, pero ¿En realidad lo es?

Dice Schafer, desde su experiencia como profesor de niños: «He intentado que el entusiasta descubrimiento de la música preceda a la habilidad de tocar un instrumento o leer notas, sabiendo que el momento indicado para introducir estas habilidades es cuando el niño pregunta por ellas. Demasiado a menudo enseñar se ha convertido en el acto de responder a preguntas que nadie nos formula». Es decir, hay conceptos y habilidades específicas que aprendemos mejor, cuando protagonizamos una experiencia que hacer surgir en nosotros la necesidad de hacerlo. No es que no se vayan a aprender, se van a aprender pero como respuesta a una necesidad que la acción creativa despertará.

Margaret Mead, famosa antropóloga estadounidense, decía que en los tiempos actuales estábamos presenciando cambios culturales demasiado importantes como para seguir ignorándolos. Por ejemplo, antes lo común era que los niños aprendieran fundamentalmente de sus mayores. Hoy, sin embargo, se ha hecho bastante evidente en diversas sociedades que los niños aprenden también de otros niños (a veces con más eficacia) y que los adultos mismos pueden aprender de los niños. Las jóvenes generaciones, qué duda cabe, han ganado mucha autonomía en su exploración del mundo, en su socialización y en su propia educación. Es esta mayor capacidad y disposición la que Schafer busca aprovechar, proponiendo una educación musical orientada al descubrimiento del potencial que cada niño posee, para crear música, no para aprender a escribirla o a memorizar la biografía de Mozart.

Confucio decía hace 2,500 que olvidamos lo que vemos, recordamos lo que escuchamos y sólo aprendemos lo que hacemos. Howard Gardner, destacado investigador del potencial humano, estaría de acuerdo pero con un matiz. El también cree que las escuelas deberían poner menos empeño en los contenidos de las disciplinas científicas y mucho más en dar oportunidades a los estudiantes para hacer ciencia. Es decir, para investigar, pero empleando las nociones y procedimientos de las distintas disciplinas, en aquellos campos de la realidad más urgidos de respuestas en cada país.

Desde las artes y las ciencias surge así una convicción común: las escuelas necesitan convertirse en espacios de producción creativa o seguirán formando ciudadanos para un país que sólo sabe vender sus materias primas para sobrevivir. La pregunta del año, sin embargo, cae por su propio peso: ¿Están nuestras políticas educativas en ese empeño? ¿O siguen anunciando que leer y sumar nos basta para romper el ciclo de la pobreza? Hasta pronto.

Difundido por la Coordinadora Nacional de Radio
Publicado en su sección Pluma y Oído
Viernes 03 de Julio de 2009



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