12.8.09

Error, mentira y verdad en las políticas educativas


Fotografía (c) eduardo.cano/ www.flickr.com

A fines de la pasada década tuve el privilegio de escuchar a tres metros de distancia una lúcida explicación de Humberto Maturana, doctor en biología de la Universidad de Harvard y Premio Nacional de Ciencias de Chile, acerca de las sutiles pero importantes diferencias entre el error y la mentira. Cuando una persona se equivoca, dice Maturana, no percibe sus actos como error sino como verdad. No está en las posibilidades biológicas del ser humano distinguir el error sino hasta después de haberlo cometido. En cambio cuando miente actúa a sabiendas, es decir, está dando como válida una acción que sabe que no es válida, con la deliberada intención de confundirla con la verdad.

Lo recordaba a propósito de la recientemente difundida opinión de un respetable e ilustrado grupo de ciudadanos peruanos acerca del programa nacional de alfabetización, cuyos espectaculares logros en tiempo record –un millón de alfabetizados a través de programas de 133 horas pedagógicas- han llamado a justa sospecha. Más aún cuando la evaluación externa encargada a una entidad no especializada en el tema, como la oficina del Convenio Andrés Bello, no ha sido íntegramente divulgada y se desconocen tanto las premisas, condiciones y criterios de semejante medición, como el sustento técnico de sus procedimientos.

No obstante, el Presidente de la República ha dicho en su reciente mensaje a la nación que la erradicación del analfabetismo en el país «compromete su corazón y su vida», frase que en buen romance comunica a los funcionarios encargados de ejecutarlo que este programa no puede fracasar. O no puede parecer que fracasa.

«El tema de la verdad y la mentira como opción de un gobierno se repite a lo largo de la historia nuestra», afirma el citado pronunciamiento ciudadano y nos recuerda que «el uso del poder oficial para difundir supuestos logros e impactos ha sido frecuente» en la vida política nacional. Ahora ¿Por qué ocurre esto? ¿Es sólo un problema moral? Dos investigaciones sobre el funcionamiento del Estado a partir del caso de educación, publicadas hace poco por el Instituto de Estudios Peruanos, han llevado a Martín Tanaka, doctor en ciencia política de la FLACSO y destacado analista político, a reclamar más atención a lo que pasa adentro de la gigantesca ballena estatal para entender mejor su errático comportamiento externo.

Tanaka refiere, por ejemplo, el mal hábito de lanzar «políticas sin metas claras, sin indicadores y plazos que permitan evaluar el desempeño, basadas en supuestos no realistas, que nos llevan a problemas serios de diseño y gerencia». También señala el problema de los funcionarios públicos, que «enfrentan cada vez más exigencias, tienen cada vez más funciones y responsabilidades, pero sin mayores recursos, sin capacitación, y deben además poner en marcha políticas mal diseñadas. Ese hecho, dice Tanaka, los lleva a actuar simulando que cumplen «pero eludiendo en realidad el cumplimiento de las disposiciones que les llegan desde arriba».

Es decir, un noble deseo puede convertirse súbitamente y sin mayor reflexión en decisión política y, además, en compromiso público. Y aún cuando resulte impracticable en las condiciones humanas, organizativas y materiales realmente existentes en el aparato estatal, habrá una legión de servidores esforzadamente empeñados en construir un escenario lo más parecido posible a la verdad, para no desairar al gobernante ni hacerlo quedar mal ante la ciudadanía. Claro, podría ser que el gobernante, cegado por su optimismo, no lo sepa. ¿O sí?

Difundido por la Coordinadora Nacional de Radio (CNR)
Publicado en la Sección Pluma y Oído de su portal Web
Lima, 14 de agosto de 2009

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